Cualquier renovación es arriesgada, pero también necesaria, conveniente, imprescindible.
Hay que quemar sin miedo, los días. Remodelar, transformar las costumbres gastadas, por aventuras repletas de sentido, o rebosantes del más delicioso absurdo.
La eternidad, lo inmutable, no existe ni en la mejor de las circunstancias. El hombre esta hecho para vivir, para desvivirse, no para ver pasar la vida.
Detenerse frente al misterio de lo impreciso, es una cobardía, una estéril cobardía, que le impide avanzar, con una ración de esperanza, por el camino de lo infinito.
No sabemos lo que no espera. Hay que estar disponible para ilusionarse a tumba abierta, con ese incierto mañana.
Porque en cada amanecer, cambia el mundo entero.