En las peores épocas, siempre se ha repetido << cuando el dolor termine>>. Ese dolor que atenaza y obliga. Ese que te da escasas treguas y prolongados inviernos. Ese que va enfriando el alma día por día.
Cuando cree que el desconsuelo se ha perdido en el olvido, siente que aún aúlla, se despereza , despierta, parte en dos una palabra, la deja con un hueco en el estomago y una hoguera en la sangre.
Busca con desespero un equilibrio que le impida hundirse. Trepa los acantilados de un renacer. Se apresura en los latidos de la vida. Brota para agotarse antes de florecer. Se repite obstinadamente, que de amor nadie se muere.
Y llora.
(imagen, bosque brumoso de Opin)